“No era posible excluir el vínculo por rama paterna entre Mariano Andrés Falco (Juan) y el grupo familiar Cabandié-Alfonsín”, fue la conclusión a la que arribaron los especialistas del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) en la cuarta audiencia pública por la causa contra el ex policía Luis Falco.
Oscar Santapá, perito del BNDG, María Belén Rodríguez Cardozo, actual coordinadora del Banco, y Ana María Di Lonardo, directora de la institución al momento del análisis de ADN, coincidieron ante la jueza María Servini de Cubría acerca del carácter indubitado de la filiación entre Juan y sus padres desaparecidos, Damián Cabandié y Alicia Alfonsín.
Santapá, de profesión técnico químico, explicó: “Estos estudios se hacen internacionalmente, están aprobados y estandarizados para determinar vínculos genéticos entre individuos. A partir de los niveles de exigencias establecidos por la Sociedad Internacional de Genética Forense, el grado de probabilidad en el análisis alcanza el 99,98 por ciento”.
Experta en inmunología clínica, Di Lonardo puntualizó que si bien no es posible hablar de certezas en este tipo de análisis, más que para afirmar la exclusión, está segura de que ningún examen nuevo pondrá en duda “los altos porcentajes de abuelidad materna y paterna obtenidos”.
El rostro de la lucha
Antes de los testimonios de los científicos, declaró Yole Opezzo, ex compañera del abuelo paterno de Juan. Aunque sin lazo sanguíneo con Damián, para ella era su hijo, así como Juan es su nieto. Yole recordó que, en noviembre de 1977, momento en que desaparecieron, Damián Cabandié era delegado gremial en la vieja ENTEL y Alicia trabajaba para una farmacia.
“Ella venía todos los días para mi casa pero un día dejó de venir, entonces fuimos con su mamá a averiguar y nos enteramos que diez personas de fuerzas conjuntas había ingresado en la habitación que alquilaba con Damián. La estaban esperando, cinco arriba y cinco abajo”.
A todo esto, su marido hacía días que no había vuelto del trabajo y desde ENTEL habían mandado una carta diciendo que estaba por quedar cesante por acumulación de faltas sin justificación. Evidentemente, ya era un desaparecido.
Alicia y Damián se habían casado el 23 de diciembre del 76 y, luego de vivir un tiempo en casa de Yole, aunque con poca plata, decidieron alquilar una habitación e irse a vivir juntos. De allí, un año más tarde, se llevaron a Alicia, de sólo 16 años, “a los golpes y en un camión de sustancias alimenticias”. Durante el operativo “se repartieron la plata en el baño” y vaciaron completamente el cuarto.
Yole comenzó la búsqueda, golpeó puertas, reclamó en la calle y en la plaza, le tiraron balas de goma y agua fría. “Todas luchábamos mucho, era bravo, las que nos animábamos”. La denuncia de una ex partera de la ESMA publicada en la revista La Semana fue el detonante para la recuperación de Juan. Yole se incorporó a las Abuelas de Plaza de Mayo y, pista por pista, logró que el bosque de la verdad abriera camino.
Fue en 2004. Ahí estaba Juan, que era Cabandié, que era Alfonsín.
(Facundo Rattel)
Oscar Santapá, perito del BNDG, María Belén Rodríguez Cardozo, actual coordinadora del Banco, y Ana María Di Lonardo, directora de la institución al momento del análisis de ADN, coincidieron ante la jueza María Servini de Cubría acerca del carácter indubitado de la filiación entre Juan y sus padres desaparecidos, Damián Cabandié y Alicia Alfonsín.
Santapá, de profesión técnico químico, explicó: “Estos estudios se hacen internacionalmente, están aprobados y estandarizados para determinar vínculos genéticos entre individuos. A partir de los niveles de exigencias establecidos por la Sociedad Internacional de Genética Forense, el grado de probabilidad en el análisis alcanza el 99,98 por ciento”.
Experta en inmunología clínica, Di Lonardo puntualizó que si bien no es posible hablar de certezas en este tipo de análisis, más que para afirmar la exclusión, está segura de que ningún examen nuevo pondrá en duda “los altos porcentajes de abuelidad materna y paterna obtenidos”.
El rostro de la lucha
Antes de los testimonios de los científicos, declaró Yole Opezzo, ex compañera del abuelo paterno de Juan. Aunque sin lazo sanguíneo con Damián, para ella era su hijo, así como Juan es su nieto. Yole recordó que, en noviembre de 1977, momento en que desaparecieron, Damián Cabandié era delegado gremial en la vieja ENTEL y Alicia trabajaba para una farmacia.
“Ella venía todos los días para mi casa pero un día dejó de venir, entonces fuimos con su mamá a averiguar y nos enteramos que diez personas de fuerzas conjuntas había ingresado en la habitación que alquilaba con Damián. La estaban esperando, cinco arriba y cinco abajo”.
A todo esto, su marido hacía días que no había vuelto del trabajo y desde ENTEL habían mandado una carta diciendo que estaba por quedar cesante por acumulación de faltas sin justificación. Evidentemente, ya era un desaparecido.
Alicia y Damián se habían casado el 23 de diciembre del 76 y, luego de vivir un tiempo en casa de Yole, aunque con poca plata, decidieron alquilar una habitación e irse a vivir juntos. De allí, un año más tarde, se llevaron a Alicia, de sólo 16 años, “a los golpes y en un camión de sustancias alimenticias”. Durante el operativo “se repartieron la plata en el baño” y vaciaron completamente el cuarto.
Yole comenzó la búsqueda, golpeó puertas, reclamó en la calle y en la plaza, le tiraron balas de goma y agua fría. “Todas luchábamos mucho, era bravo, las que nos animábamos”. La denuncia de una ex partera de la ESMA publicada en la revista La Semana fue el detonante para la recuperación de Juan. Yole se incorporó a las Abuelas de Plaza de Mayo y, pista por pista, logró que el bosque de la verdad abriera camino.
Fue en 2004. Ahí estaba Juan, que era Cabandié, que era Alfonsín.
(Facundo Rattel)